El pasado miércoles 20 de agosto en la
Universidad Católica Argentina (UCA) se llevó a cabo una conferencia donde
disertaron Domingo Cavallo y Javier González Fraga, pretendiendo dar cátedra
sobre economía, habiendo sido arquitectos y ejecutores del ajuste ortodoxo y
las recetas neoliberales que sumergieron al pueblo argentino en un modelo
económico que solo prometía riqueza para unos pocos, que destruyó la industria
y con ella miles de puestos de trabajo, que dilapidó el capital social
acumulado, rifando las empresas del Estado, abriendo la puerta a los capitales
foráneos para que saqueen de la forma más despiadada y salvaje que puede asumir
el capitalismo. Inauguraron la era del capital financiero, de la desinversión
nacional, de la desindustrialización. Privatizaron la salud, la educación, las
empresas, los recursos naturales… Y estatizaron la ilegal, ilegítima y
fraudulenta deuda.
Tras el escrache, se avivó el debate.
Periodistas, académicos e intelectuales salieron al cruce. Algunos cuestionaron
el método, sumergidos en ese trillado lugar común de medios y fines, que no
hacen más que trastocar las causas y construir falsos debates. En su
parcializada visión suponen que legitimar un escrache es legitimar la
violencia, cautivos de más de una trampa. La irresponsable comparación de la
violencia que pueden suponer unos huevos contra la violencia que genera que
hombres como Cavallo construyan operaciones de retorno, no hacen más que
banalizarla. En un país que ha sufrido y padecido la violencia bajo la forma de
genocidios, fusilamientos, desapariciones, exilios, prisiones, gatillos
fáciles, equipar un escrache con estas formas de violencia, es banalizar los
verdaderos males y tragedias que hemos atravesado en nuestra historia. El “setentismo” nace con un hecho
emblemático como fue el “Aramburazo”, que significó el ajusticiamiento de aquel
general que además de ser el fusilador del 56 y ladrón del cadáver de Evita, resultaba
ser la continuidad y recambio de la dictadura. A Aramburu le pegaron un tiro. A
Cavallo, pretendido recambio del establishment, que ha provocado tanta
frustración, desolación y muerte le pegamos, con desigual puntería, tres
huevazos. Y todavía hablan de violencia!
Un puñado de intelectuales sale a explicar en
una curiosa genealogía del escrache -donde incluso mezclan etimologías de
acuerdo al googleo que hayan concretado- que estas manifestaciones, que no son
otra cosa que la reacción extraordinaria ante lo ordinario de la impunidad, son
manifestaciones “nazis”. Esta lectura simplicista y reduccionista haría de los
partisanos italianos que señalaron y cazaron a los fascistas, de los luchadores
franceses que marcaron a los colaboradores nazis, del mismo Severino Di
Giovanni que en el Teatro Colón les gritó “asesinos” a los Camisas Negras
amigos del gobierno de entonces, y de los mismos HIJOS, expresiones del
nazismo.
Y entonces cuando advierten la falacia de la pretensión
de endilgarles repertorios fascistas a ciertos actores, terminan resignificando
la acción que explicarán como bien intencionada en el mejor de los casos, pero
inevitablemente funcional a lo que se quiere combatir. Con esta aparentemente
ingenua operación, despojan de politicidad a los compañeros que hicieron la
acción. Pretenden que se trate de “muchachos con bronca”, solamente
eso. Nos gustaría saber si no hubieran estado estos huevazos cuanto se
hubiera hablado de esto!
Dejar a hablar a Cavallo en los grandes medios
de comunicación no es abonar la libre expresión, es ser funcional a sus
intereses, intereses que son contrarios a los del pueblo argentino. Pero nosotros no nos permitimos semejante pifie intelectual porque sería
“ser funcional a la derecha”. Nosotros creemos que a esta altura de la
maduración política de nuestro pueblo, aun padeciendo taras y limitaciones, es
poco serio seguir señalando como “funcionales a” a todo aquel repertorio de
protesta, forma de lucha, acción política disruptiva. Creemos que
lamentablemente quienes caen en ese juego son justamente los verdaderos
funcionales a la reproducción de la proscripción, de la dominación, cuando le
niegan al Pueblo la posibilidad de discutir a fondo, sin simplificaciones
cualquier cuestión de la que se trate.
Con buena voluntad algunos periodistas, que
solo hablan o escriben sobre lo que sus jefes de redacción o productores
deciden, se lamentan de que la noticia sean los huevazos de Quebracho y no la
maniobra de relegitimación de Cavallo. Incluso responsabilizan a nuestra
militancia de esta situación como si
ellos -y no sus jefes y su obediencia debida- fueran los que determinaran la
circulación de discursos. Al unísono se preocupan más por repudiar y rechazar
la violencia (que encierran en tres huevazos) y proponen con un liberalismo
ingenuo que se les permita hablar, que hay que dejar que todos se expresen. Todos
menos nosotros y los como nosotros, claro.
Dejar que las expresiones dictatoriales y
genocidas opinen libremente no es democracia, es coronar la impunidad. Es hacer
tabla rasa del pasado, de un pasado reciente donde las consecuencias de la
entrega y el saqueo neoliberal aún persisten. En nuestro país hay leyes que prohíben
la formación de partidos nazis, y sin embargo esto no pone en cuestión el
carácter democrático del sistema institucional.
Si Videla viviera ¿sería convocado para hablar
sobre la política de DDHH o de reparación histórica provocado por el genocidio
que el mismo perpetró? ¿Sería convocado para disertar sobre qué hacer con la
protesta social, con los piquetes y los piqueteros? Algunos dirán que Videla no
es lo mismo que Cavallo, lo cual es perder la dimensión histórica de nuestra
propia historia ¿O que vino a hacer la dictadura militar sino fue sembrar las
bases para los planes económicos que posteriormente ejecutó Cavallo? Como caso
arquetípico tenemos a Mariano Grondona, quién en una muestra de fidelidad y
comunión absoluta llevo a Massera a su programa y lo llamaba “mi almirante”.
“Hay que
dejarlos hablar” proponen ingenuos, como si se tratara de una lucha de consenso
despojada de perversos andamiajes y aparatos que hegemonizan la circulación de
narrativas. Señores como Alfredo Zaiat pregonan desde un optimismo sorprendente,
que el mejor antídoto a la revancha conservadora es la prédica pública de
Cavallo, y sostiene que lejos de los huevos "es
más efectiva la cesión de micrófonos porque permite develar cual es el objetivo
de los sectores conservadores"[i]. Mientras tanto, Beto Casella sin imposturas
caretas dijo lo que muchos piensan: "está
bien que le tiren huevos a Cavallo sino parece q los argentinos nos bancamos
cualquier cosa".
Otros como el converso Leuco[ii], se
inquietan por lo sucedido en la UCA, no por la presencia del Dr. Cavallo sino
por los huevazos de Quebracho. Lejos está de molestarse porque su coterráneo
esté disertando, hecho que le resulta saludable por tratarse de un profesor de
Harvard, uno de esos lugares sacralizados del saber (y del poder) donde se han
formado y se forman los hombres de las clases dominantes, en base a doctrinas colonizantes
y colonizadoras, que buscan perpetrar el saqueo y la dependencia en nuestras
tierras. Leuco hablará críticamente de que con los huevazos se busca el
discurso único que él, en uso y abuso de su microfonito, dice deplorar. Dedica
su columna a lo que denomina nuestro "salvajismo", en ese juego
dialéctico de la civilización o la barbarie. Salvajismo desde su lógica somos nosotros, y los como nosotros; no lo
que hace o hizo Cavallo. Al contrario, reivindica que aquel debate que se iba a
llevar a cabo en la UCA era un debate de “gente civilizada”; mientras tanto los
“bárbaros” no están aptos para el debate y lo único que pueden hacer, es
irrumpir con unos huevos. Simplemente la civilización es una ficción, por eso
recuerdo cuando Rodolfo Kusch ponderaba que la única civilización posible es la
que realiza la barbarie.
El mismo día de los huevazos, rápido de
reflejos, Silvestre convoca a los militantes a un móvil y les propone una
discusión que inaugura aclarando sus "diferencias" con Cavallo,
pero señalando desde su lugar de privilegio como conductor del programa y de la
entrevista, que él no estaba de acuerdo con lo que llamó "la violencia".
Al otro día frente a cámaras confesó su sorpresa al constatar que gran parte de
su audiencia saludó los huevazos perpetrados contra el ex ministro. La respuesta
voluntarista de Silvestre fue que la justicia, la manera con que nombra al
poder judicial, se estaba encargando de Cavallo y que había que dejar que
actúe. Cerca del chiste está semejante argumento, que desde el Martin Fierro
para acá -en la cultura popular, en los hechos y aun en las narrativas
periodísticas- todos los argentinos sabemos que el poder judicial esta
atravesado por importantes intereses sectoriales y que únicamente desde ahí se
puede explicar la absolución de De la Rúa, la libertad de María Julia, las no
condenas de Cavallo, la impunidad de Sobisch. El poder judicial claro está, no
es sinónimo de justicia.
Entonces Silvestre nos propone que dejemos a la
justicia actuar, y se lo enrostra en una entrevista a un militante que además,
es hijo de desaparecidos. Entonces éste le explica que para conseguir justicia
con su individual y colectiva historia, tuvieron que forjar la consigna hecha política
de que si no hay justicia, hay escrache.
Carlos Barragán[iii] habla
sobre el efecto Evangelina Carrozo. No se trata de intervenciones que hoy hacen
activistas y ayer artistas; se trata de acciones políticas, de señalamiento, de
repertorios de protesta y reivindicaciones que hemos ido construyendo como
pueblo. Es probable que se recuerde el culo de Carrozo y solo eso, después de
todo es lo único que hizo además de ir al show de Tinelli. Pero Quebracho es
otra cosa. En los noventa contra la lógica neoliberal, cuando el posmodernismo
se enseñoreaba en las aulas de las academias y en las mentes de los opinadores,
nosotros afirmamos en la calle, y casi
en soledad, mucho de los lugares comunes de hoy: patria, soberanía,
deuda externa como mecanismo de expoliación, revolución; leíamos, nos
formábamos. Luego abrazamos el Congreso para que no legisle contra el pueblo;
luchamos contra López Murphy, estuvimos con Norma Pla, con
Milagros Sala y el Perro Santillán en Jujuy; hicimos piquetes, dimos batalla en
el Puente Pueyrredón. Muchos de los que nutrieron nuestras filas hoy
hacen política y gestión desde el gobierno. No, nosotros no somos Carrozo. Somos
una modesta organización política con una historia luminosa.
Por lo demás crean que los huevos taparon la
discusión real, sean funcionales ustedes al Discurso Único y al manto de
impunidad que buscan tejer sobre los sectores de poder; que mientras discuten
la legitimidad de un repertorio de protesta y esbozan argumentos que suponen
políticamente correctos sobre el qué
hacer en política, paralelamente se consagra la impunidad e inmunidad
jurídica sobre De la Rúa por las muertes del 19 y 20 de diciembre del 2001,
como así también por el probado caso de las coimas en el Senado; de María Julia
Alsogaray por tanto desfalco cometido; de Carlos Menem por la voladura de Rio
Tercero; del banquero Muldorf por las sucesivas y reiteradas estafas; de
Duhalde por los fusilamientos de Santillán y Kosteki… Y podemos seguir la larga
lista. Lo que me llama la atención es cuanto espanto les provoca
los huevos contra un bandido y cómo en muchas de esas mentes está tan
naturalizada mi prisión que ya lleva un año, por un hecho en el que no estuve.
Hoy Cavallo se discute por los huevos, no
sean ingenuos. Y pongan huevo, que para hacer política hace mucha falta.
Lunes 25 de agosto de 2014, desde el Penal de Ezeiza
Fernando Esteche
[i] http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-253620-2014-08-23.html
[ii] http://alfredoleuco.com.ar/2014/08/el-salvajismo-de-quebracho-21-de-agosto-2014/
Fernando Esteche
es Secretario Político del MPR Quebracho, Lic. en Comunicación Social y
Profesor Titular de Relaciones Internacionales y Comunicación (cátedra II) de
la Facultad de Periodismo - UNLP
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